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INVESTIGACIÓN - CEDIR

Un Mundo Apolar

 

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La humanidad ha entrado en una era caracterizada más por la desintegración que por la integración. El mundo globalizado desde la hiperconectividad con el libre flujo de la información y de los medios de producción ha potenciado a las corporaciones multinacionales y a las organizaciones no gubernamentales, pero al mismo tiempo el libre acceso a  las tecnologías destructivas ha potenciado a las organizaciones criminales y grupos terroristas que  desafían abiertamente a la sociedad abierta y democrática.  


En el corto tiempo de lo que significa históricamente menos de una centuria,  el mundo ha pasado por distintas  etapas del enfrentamiento  permanente y universal con el propósito de  alcanzar o mantener el dominio mundial. Así, en los últimos 50 años se ha pasado desde un mundo bipolar a otro unipolar luego de la caída del muro de Berlín. Desde el ataque terrorista del 11 de septiembre se hizo evidente la entrada a un mundo multipolar   caracterizado   por el balance de poder.


El interrogante actual es ¿hacia dónde se dirige el mundo con una aparente ausencia total de hegemonía?  ¿Qué le espera al mundo si a cambio de un balance de poder sobreviene una ausencia de poder? Esta situación de retracción del poder, no es desconocida en la historia. Desafortunadamente  nos encaminamos  hacia un vacío de poder o  a una era de apolaridad, sin hegemonías y sin un poder eficaz que lidere el mundo.


Si observamos el mundo  presente,  vemos cómo emergen sinnúmeros de conflictos de mayor o menor intensidad, hambrunas, enfermedades con alta   capacidad de contagio y dispersión que constituyen  una amenaza global y que por otra parte se sospecha que pudieron ser sembradas intencionalmente, según se desprende de datos aportados por las laptops capturadas recientemente a ISIS, pero cuyo denominador común parece ser la intención de poner en tela de juicio a las potencias que históricamente han ejercido el liderazgo mundial y que hoy compiten entre sí por el monopolio del poder, como  también  de su capacidad no sólo de liderar sino de ordenar y dar soluciones efectivas a la desintegración creciente.


 Sin dudas el fenómeno creciente de ISIS y su autoproclamado nuevo Califato constituye, por su violencia e intencionalidad,  el desafío de mayor envergadura por enfrentar  y que necesariamente exigirá un verdadero liderazgo al que sin duda deberán acompañar en el esfuerzo las naciones mayormente comprometidas por razones históricas y humanitarias.

 

Un mundo sin poder, o si se quiere sin la hegemonía de los Estados Unidos, puede llegar a significar una verdadera nueva era de anarquía. Las características de esta era se insinúan en forma destacada, un imperio en declive, intensificación de fanatismos religiosos, pandemias incontrolables en ciertas regiones del planeta, tecnologías sensitivas de destrucción masiva en manos de grupos terroristas, todo tipo de saqueo y pillaje en regiones remotas del globo, estancamiento económico y un retraimiento de la civilización hacia pocas áreas supuestamente seguras dejando de lado su responsabilidad histórica de liderar el mundo y enfrentar las amenazas que desafían abiertamente a la sociedad democrática.

 

Cada una de las potencias hegemónicas de este siglo, los Estados Unidos, Europa, China y Rusia  contienen en sí mismas las semillas de su propio declive, a la vez que cobran auge la fragmentación del mundo musulmán, no sólo entre sunitas y chiitas, sino también entre los que aspiran a un modo de vida pacífico con Occidente y los que  buscan la gran revolución islámica  pero que constituyen  un conglomerado de fuerzas difusas  que si bien carecen esencialmente de los recursos de una superpotencia, ponen a los Estados Unidos  y a sus aliados ante una amenaza geopolítica de dimensiones desconocidas.


La pregunta será entonces ¿a qué se parecerá un futuro mundo apolar? La respuesta no es fácil, pero seguramente sus rasgos dominantes serán un mundo anárquico y desconectado, con las potencias establecidas del mundo, los Estados Unidos, Europa, China y Rusia retrayéndose sobre sí mismas y en sus propias esferas de influencia regional. Sin dudas será un mundo mucho más peligroso, con una población mundial creciente que no sólo depende  de la tecnología sino además de los alimentos, agua fresca, abastecimiento de combustibles fósiles que deberán ser transportados por los mares amenazados por las fuerzas anárquicas en cuyo dominio  estarán las tecnologías de destrucción capaces de amenazar y bloquear los esfuerzos de la comunidad internacional.


La realidad del mapa actual es la fragmentación política cuya característica definitoria no es un cambio de poder hacia instituciones supranacionales sino hacia niveles más bajos de organización. Con el debate en vigencia sobre el ocaso de los Estados que mantenían el monopolio en el uso de los medios de violencia y con el colapso del control sobre las vías de comunicación esenciales para el comercio mundial ponen a la humanidad frente a un desafío real de un mundo sin poder.  


Las respuestas de la comunidad internacional no parecen ser para nada globales, y en consecuencia los nuevos actores no estatales pueden blandir su poder global haciendo efectivas sus  amenazas y sus acciones dondequiera ellos elijan. Cualquier ciudad puede ser blanco de sus ataques, la libertad de los mares interrumpida y el tráfico marítimo atacado, limitadas guerras nucleares podrían devastar determinadas regiones, entre otras  la península de Corea, Cachemira o en el Medio Oriente. En África grandes plagas tales como el SIDA, la malaria, el ébola y otras podrían continuar su trabajo de muerte, muchas aerolíneas internacionales podrían suspender sus servicios, pues nadie deseará viajar a estos lugares dejando la seguridad de sus ciudades.  

 
En resumen lo que nos queda de la declinación de un imperio es una fragmentación como punto de partida a una incipiente anarquía, con rivalidades religiosas, nuevos y violentos actores no estatales compitiendo por el dominio mundial y potencias que se retraen hacia sus ciudades fortificadas.


Por todas estas razones, la perspectiva de un mundo apolar debe alarmarnos  mucho más que estos nuevos herederos de los califas.

 

La presunta retracción de los Estados Unidos de su hegemonía global traerá como consecuencia un estado crítico y probablemente no constituya  el comienzo de una era de hegemonía multipolar o el regreso del balance de poder. La alternativa a la unipolaridad podría no ser la multipolaridad sino un vacío mundial de poder en el que fuerzas mucho más peligrosas que la rivalidad entre las grandes potencias podrían ser beneficiadas  por este nuevo desorden.

 

 Lo último


Finalmente, y como lo ha hecho en cada oportunidad en que la libertad en el  mundo y la humanidad fue amenazada, Estados Unidos  se ha decidido  a liderar nuevamente una coalición de más de 10 países para dar una respuesta rápida y efectiva a la amenaza de ISIS, aunque en una primera etapa  sea una respuesta acotada a acciones militares aéreas en territorio de Iraq y Siria. La última información señala que  el Jefe de Estado Mayor conjunto de los Estados Unidos, General Dempsey, planteó hoy ante el Comité de los Servicios de las Fuerzas Armadas del Senado la necesidad de considerar la más amplia gama de acciones que permitan prever todas las contingencias, incluidas las operaciones terrestres.
Así mismo el Congreso aprobó en la tarde de hoy fondos y entrenamiento a las fuerzas rebeldes de Siria  para enfrentar militarmente a ISIS.

 

En el mismo sentido de su rol global, anteriormente había decidido enviar mas de 3000 militares entrenados a Africa para detener y degradar los efectos y consecuencias del ébola que amenaza con infectar a más de 250.000 personas para antes de la Navidad de 2014 de continuar en la proyección de contagio que se da hasta el momento.

 

 

 

RUBEN ALCIDES VAGO
© NDU especial para el CEIDIR/IEERI
Licenciado en Ciencia Política
Posgrado DSEI, Universidad de la Defensa  (W.DC)
Coronel RE del Ejército Argentino, Oficial de Estado Mayor

Profesor Universitario de Estrategia Contemporánea,  y Teoría Política 

 


Las opiniones vertidas en este artículo no representan necesariamente las del Círculo de Legisladores y del IEERI.

Sólo son responsabilidad del autor

 
 

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