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APOSTILLAS INTERNACIONALES

La Intangibilidad Territorial

Por Eduardo H. Cundins – (MEG)

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Es intangible aquello que no se debe ni se puede tocar. La inviolabilidad y la imposibilidad (in-capacidad) de ser mancillado, ollado. Término de comprensión directa cuando la noción de soberanía estatal respondía al parámetro casi exclusivo de lo espacial, lo geográfico. Los límites “marcados” en los mapas.


Así, la soberanía, según la clásica definición de Bodin (“Los seis libros de la República” - 1576 ) era el «poder absoluto y perpetuo de una República»; y soberano era quien detentaba el poder de decisión, de dar leyes sin recibirlas de otro, es decir, aquel que no está sujeto a leyes escritas, pero sí a la ley divina o natural. Esta “legalidad” queda relativizada en el Leviatán de Hobbes (1651), en el que justifica la existencia filosófica del autoritarismo estatal. Antesala del poder absoluto del soberano. Umbral de muchos de los males contemporáneos.


Mucha más agua correría bajo estos puentes, a punto tal, que la matriz westfaliana (1648), de ya casi 4 siglos comienza a verse superada por otras dimensiones intrusivas, muy en boga: penetraciones culturales, económicas, ideológicas, informática, comerciales cuando no políticas o militares o reivindicaciones de pueblos originarios (menos en boga). No solo los sistemas de información geográfica (que pueden identificar el número de prendas al sol en un tendedero) sino expresiones tales como el igualitarismo postmoderno, la globalización acelerada y el individualismo liberal han corroído lentamente a la institución estatal. En la actualidad la crisis de lealtad empresa-o-nación de  simples intereses individuales, impone a ciudadanos calificados, reportar a capitales distintas a las de su ciudadanía. En el mismo sentido, la doble nacionalidad hoy es un hecho tan generalizado (aspecto que deberá ser estudiado cuando cada país reputa como propios sus habitantes intra y extramuros [ius sanguinis/ius solis] en los censos de cada década) que relativiza los conceptos de súbdito y Patria.


Hoy Washington podría ser la capital del mundo y San Pablo la de Sudamérica. La una repleta de íconos de batallas con saldo positivo, la otra plena de edificios corporativos en redes de negocios en pujante expansión. Ambas lucen los trofeos de sus éxitos. Las “nuevas” Roma.


Mientras tanto, los contenciosos territoriales que estallan esporádicamente en esas “curiosas” isobaras políticas que han dado en llamarse límites fronterizos de los estados nacionales, al igual que lo son las fallas tectónicas, suelen ocasionar “temblores” que alteran la paz de las burocracias metropolitanas.


La cada vez más irritada frontera mexicana con USA, el cuestionado muro israelí (que releva al berlinés y mejora al chipriota para mayor agravio del género humano), la antes disputada Cordillera del Cóndor-Tiwinza (Ecuador-Perú), Granada (donde cae el segundo de las FARC) a orillas del Putumayo (Colombia-Ecuador), el enclave kosovar, cuando no los intraestados sediciosos (Colombia, Paraguay?) señalan territorios co-marcados. El marqués ejercía su jurisdicción hasta el linde, hasta la marca (reich).


La otrora soberanía o intangibilidad territorial es hoy inexistente, acosada por la permeabilidad tecnológica, migratoria o aduanal, se suma a las imágenes mediáticas que desnudan la vulnerable intimidad de países periféricos.


Diferente a la noción de frontera, que ya no es línea sino zona, la de la influencia del uno al otro estado, pareciera requerir un tratamiento especial. Las inquietudes recientemente planteadas por La Comisión de Legislación General en la Cámara de Diputados pretende dar nuevo impulso al desueto, de la Ley (DL) 15385/88 por la que se crearan las Zonas de Seguridad de fronteras con la sumatoria de una reciente Ley de Defensa en 1988 que taxativamente declara la “conveniencia nacional que los bienes ubicados en la zona de de seguridad pertenezcan a ciudadanos argentinos nativos…” China se expande en un África desgarrada, los glaciares esperan su turno, la disputa por la contaminación minera encuentra a ansiosas empresas extranjeras de explotar cordilleras ajenas.


No son culpables Ted Turner, Joseph Lewis, Douglas Tompkins o los Benetton que poseen enormes extensiones de tierras con lagos y acuíferos en “comarcas” bajo su potestad. Un justo medio se halla entre ello y la política inmigratoria de Arizona que bien podría interpretarse como una xenofobia presumida extinguida. Otra curiosidad lo constituye lo obrado en febrero pasado en la que jueces de la Corte/Tribunal  Internacional de Justicia  (diferente a la Corte o Tribunal Penal Internacional), quienes encarnan la visión idealista de las Relaciones Internacionales, fueron apelados por Costa Rica para defender sus intereses en el contencioso territorial y marítimo con Nicaragua y Colombia.. Esta impensada tercerización de la defensa de la soberanía territorial parece depender más de la lengua de un letrado que del respaldo de las armadas nacionales. Más vernáculo aún, el fallo de La Haya de abril de 2010 se diluye ante una nueva ofensiva asambleísta en la relación con Uruguay. Ello convive con una suerte de privatización que, bajo el aspecto de servicios de seguridad militarizados superan las salvaguardas oficiales y ofrecen confianzas al menor postor en territorios ocupados como el de Irak.

 

La siempre vigente cuota de violencia, desmonopolizada y dispersa se enanca ahora en particulares: bandas, tribus urbanas, empresas, hinchadas, grupos, maras o tríadas que se adjudican el gerenciamiento compensatorio de la respuesta ante agresiones. Los estados, lentos en sus reflejos, no han aun articulado otros mecanismos efectivos para reencauzar y liderar el genuino uso de la fuerza enfocada al bien común.

 

 

 

EDUARDO H. CUNDINS – (MEG) 850

 

 

Las opiniones vertidas en este artículo no representan necesariamente las del Círculo de Legisladores y del IEERI.

Sólo son responsabilidad del autor

 
 

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