Los teóricos de la integración, sobretodo, Karl Deutsch y Amitai Etzióni consideran que es un proceso por el cual la filiación de los ciudadanos pasa de un centro de poder a otro, y esa nueva comunidad de intereses se teje con modelos de comunicación humana que facilitan internalizar esa asimilación. Abandonar, pues, una estructura de lealtades para conformar otra de naturaleza multipolar. De más está decir que la simetría sustantiva que ofrezcan las partes orientará este saludable ensamble de voluntades en el que la confianza mutua juega un papel prevalente.
Integrarse es importante porque, finalmente, supone someter veleidades chauvinistas en aras de la paz, como bien supremo a preservar. Conlleva una suerte de auditoría de doble vía (mutua) que morigera todo exceso en pos de un interés común. Y para ello se necesita integridad. La integridad se asemeja a la virtud de completud o plenificación en el más alto estadío del desarrollo personal, comparable a un cuerpo social con un alto compromiso en su acuerdo interno. Una de las acepciones que admite la noción de integridad es “el estado de lo que está completo o tiene todas sus partes, es la totalidad, la plenitud.” Así como la ética supone el recto obrar entre dos extremos y la estética la armonía de las magnitudes, la integridad remite a la constitución completa de “todas sus partes intactas o puras.” Deriva de integritas o integrãtis, que significa totalidad, robustez. La integridad, remite a capacidad.
Exactamente 6 años atrás, estas columnas (http://www.ieeri.com.ar/apostillas/apostilla-int18.php) referían a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), iniciativa de raíces profundamente europeas (Justamente el mercado que en la actualidad la unión aduanal imperfecta sudamericana desea conquistar). Antes y ahora el imperativo es «emerger» no por inesperado sino como “surgimiento”. 17 de sus 19 miembros fundadores son europeos y todos, con excepción de Suiza, miembros de la OTAN. El desarrollo económico antes o después y con la defensa colectiva obraron poco más de una década (tras la guerra mundial) para originarla en 1960, materializándose en 1961.
En la actualidad, sus 34 países se expanden por tres continentes incluyendo a los más avanzados del mundo y agregando varios emergentes.
La integración es también una excelente estrategia para naciones frágiles que generan compromisos internacionales y ceden autonomía en pos de una no-guerra que, de otro modo, no podrían conjurar.
Aún los damnificados por los conflictos vigesimonónicos, y hoy miembros de la OCDE destinan en promedio un 2,197% del PBI para su defensa. Un porcentual apenas por debajo del promedio mundial que oscila en el 2,279% y muy superior al de América Latina y el Caribe que destina un 1,28% que, a su vez, es aun superior de los denominados por el Banco Mundial “Países pobres muy endeudados (PPME)” que «gastan» el 1,157 % de sus activos.
Cuando John Cameron Fogerty en los 60´ cantaba “Hijo Afortunado” (Fortunate Son), en realidad protestaba por la desigualdad que ofrecía una sociedad norteamericana que, al igual que CHARLES WRIGHT MILLS y HANS GERTH sociólogos que analizaron ese CARÁCTER y esa ESTRUCTURA SOCIAL, advertían que los pilares de sustento de la ya primera potencia mundial eran el político, el económico y el militar…. Y el cantor de Creedence no era “..hijo de senador, ni de millonario, ni de militar…”
La hecatombe financiera de los 2000 impulsó, sumado al clamor mundial de “ensanchar” la base del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas crear otro ámbito de consenso y discusión que incluyera “20 países”, no los unió “el amor” o la afinidad sino el espanto que superó a su núcleo inicial: el “G-7”; este agregado concitó la captación del 90% del PBI mundial, el 80% de su comercio y el 66,7% de la población del planeta. Para un PBI mundial que en 1960 era de 1.366.594,75 y en 2015 de 75.543.542,61 (en miles de millones de U$S)
Recientemente, los debates del G-20 de julio de 2017 giraron en torno al terrorismo, el crecimiento económico, el comercio, el desarrollo sostenible, el clima y la energía.
La lógica que imperó en la escala mundial y que indujo a la integración global a fines de la segunda Guerra Mundial ha respetado una matriz de respuestas antibeligerantes. Fue la guerra y no el bienestar económico la que obró como causa eficiente en la implementación de las salvaguardas futuras hoy vigentes. Pero la guerra mutó…
Jugando con las analogías y desde estas columnas se advirtió sobre la construcción del bloque de los emergentes BRIC en agosto de 2009 que involucraba un 45% de la población planetaria y cuyas decisiones merecían el debido respeto que otorga el número. Sin duda, el deseo de emerger se debe compadecer con el de COMPETIR, la apertura al mundo supone ENFRENTARLO, ganar los mercados con mejor y más servicios antes que productos (en el siglo de los servicios). Pero todo competidor debe entrenar y poseer los atributos de integridad que lo hagan completo.
¿Cuánto falta para que irrumpa un vehículo embistiendo porteños como en Barcelona, Londres, Niza, Berlín y tantas otras ciudades?
Los factores básicos que hacen a la integralidad de una nación estatal al menos se mide en 4 factores: el SOCIAL traducido en bienestar, desarrollo individual y trascendencia personal, el ECONÓMICO con una balanza comercial equilibrada y dinámica, el de su SEGURIDAD interna y externa porque si bien el chicotazo final de la pértiga lastimará el tejido interno de una sociedad anestesiada, el mango será hábilmente operado desde un exterior desconocido y lejano. Y finalmente lo POLÍTICO, que constituye la barrera de la corrupción en la edificación del bien común, en el mismísimo cariz que más de 2000 años atrás ofrecía Aristóteles con sus formas puras e impuras de ejercer el gobierno de la ciudad, el del Estado… hacerlo para beneficio del gobernante o para la ciudadanía.
A modo de ensayo, se ofrece una tabla que contempla los “Factores” con criterios cuantificables y de sencilla comparación que permiten reflexionar sobre la cabal integridad de un país que se prepara para salir al mundo. Y para recibirlo…
EDUARDO H. CUNDINS – (PhD IR) 1002