La diplomacia argentina no logró convencer. Canadá y Estados Unidos no se avinieron a una declaración americana que incluyera el reclamo argentino en esta dimensión de la disputa por nuestras islas en la tibia versión número seis de las Cumbres Panamericanas.
La de Cartagena de Indias en Colombia quedó en el llano, al menos en la concreción de elevadas expectativas sobre dos archipiélagos. El tema de Cuba quedó también así “aislado” sin que se haya, ciertamente, incorporado al plenario del cual sigue siendo un apéndice, una extensión casi incompatible de sus pares democráticos.
Grave revés que no hace más que actualizar la convicción sobre la complejidad de las interdependencias interestatales. La obra de Kehoane y Nye nos la es recordada así como el valor del regionalismo por sobre la simple pluralidad de los países individuales yuxtapuestos, aislados y fibrilados en “Crisis Global. Estrategia Regional” de Julián Licastro.
España amenaza al país sudamericano desde el balcón de la Unión Europea frente a los vaivenes veleidosos de una eventual y tentadora estatización de YPF sin haber comprendido que en el mundo de hoy no es imprescindible tener petróleo para vender combustible ni cacao para vender chocolate.
Por caso, el del cacao que llega al África de la mano de misioneros suizos para luego afincarse en Costa de Marfil (primer productor), país que produce cerca de 700.000 toneladas y Ghana, más de 300.000. Pero bien es sabido que son las lacterías suizas las que mejor provecho sacan de la golosina originariamente maya.
Otro tanto sucede con algo más vergonzoso: los diamantes mutilados a la tierra y a sus hijos en Liberia y Sierra Leona pero comercializados en suntuosas salas de Amberes o New York.
La complejidad no admite simplificación alguna, reduccionismo alguno, modelización alguna. Se debe comprender que en la era del conocimiento importa más el management y los criterios abstractos de negociación que el producto. Vale más la idea que la “cosa”, el activo más valioso es la inteligencia.
Pareciera que no solamente las islas de Cuba y Malvinas seguirán su destino de insularidad sino que Argentina también.
Fallan los nexos, las conexiones y la arquitectura relacional que las nutra como en la biología lo hacen los capilares que evitan que una parte del tejido territorial de un estado finalice necrosado.
La dependencia de los precios internacionales por un anclaje del dólar que lo hace no competitivo, el lento despegue de las economías centrales desde las crisis del 2008, el inestable equilibrio del mercado común europeo que inhibe a las esquivas inversiones externas que tanto temor albergan sobre estatizaciones o virajes intempestivos demoran situar a La Argentina en el lugar que por sus fueros debiera.
EDUARDO H. CUNDINS – ( MEG) 448
