La violencia intenta imponerse.
En un arco paradójico, se unen los opuestos: ambos, la violencia y la política, buscan el poder. Ambas se arrogan reivindicaciones y promesas, correcciones y esperanzas, solo la “velocidad” de los cambios identificará evolución de revolución. La naturaleza humana dará la medida.
La Organización Estado Islámico busca el poder, Trump busca el poder, las FARC buscaban y buscan el poder. Los modos, son diversos Hobbes o Locke, Clausewitz o Kant, Maquiavelo o Aristóteles.
Un pasado luctuoso de violencias sudamericanas decidió politizarse. Acceder al estadío de la conducción de la entidad soberana. Portadores de soluciones, la madurez serenó los espíritus beligerantes de soluciones apresuradas… y muchos muertos, ya casi ignorados los llevó a comprender que es hora de cambiar de brazo: el político… las urnas. ¿Lo han creído los colombianos? Faltaron estadistas. La distancia de un líder aristo-partidocrático a un estadista lo mide un plebiscito posterior o anterior a los acuerdos. Si posterior: una extorsión; si anterior: una consulta mandante. La democracia imponía la segunda.
La derrota inesperada con un NO divide y por tanto, debilita; es, finalmente, un triunfo de la democracia. La división era prexistente. De la derrota humillante de un domingo a la épica del Premio Nobel de la Paz un viernes. El alfa y el omega. La versatilidad humana.
¿En qué medida aquel modus operandi ha quedado atrás? De un modo u otro esas parcelas de la sociedad, las que tomaron armas o recurrieron a la acción desordenada del reclamo apelaron a violencias autojustificadas. Colombia no lo olvida.
Nadie se opone a la paz, es un sofisma, se oponen a las concesiones. Toda una axiología la respalda pero no a cualquier costo. La reconciliación se enfrenta, una vez más, al fantasma de la violencia. El encorsetamiento de la violencia solo pueden darlo las leyes que informan la justicia pero al través de una Institución que la ASEGURE. El exceso no es justicia. El opuesto a la violencia no es la paz, es la seguridad. No es la zozobra es la tranquilidad en el orden. El cuadro de incumbencias al pie, puede ayudar a reflexionar. ¿Es correcto?
Colombia dijo que no están cerradas ni selladas esas heridas, que no son sino fisuras, surcos, desgarros a los que uno apela para, didácticamente, interpretarlas. Nada asegura que estos rasgos atávicos, subyazcan en un ADN que aparecerá tarde o temprano. Los colombianos temen.
Colombia dividida. Teme.
Y la piedra de toque no es la seguridad, es su antecedente: la violencia. El debilitamiento del estado weberiano lo facilita. Sudamérica y el mundo viven con miedo. Prevenciones y aprensiones patológicas de un conflicto violento que ha mudado a las ciudades. Los refugiados huyen por miedo; los europeos los rechazan… por miedo. El miedo paraliza, desconcierta, altera la conducta. Hostiliza. El miedo “profesionalmente suministrado” puede ser disuasión pero también es terrorismo, en la consumación exacerbada de la acción artera, cobarde, oportuna, planeada, indiscriminada que torna en catastrófica la amenaza concretada y difundida por los medios que la multiplican.
Lo que pasa con quienes se mueven “como pez en el agua” (Mao) y al hacerlo, en Alepo, convocan una represalia torpe sobre hospitales y barrios sirios indefensos. Un delivery de la guerra social que se sufre y lleva la violencia ya no a la puerta de la morada… sino al living, al comedor, al dormitorio del ciudadano. Hoy los “LED” (antes la TV) estallan en violencias verbales o de hecho, en las conversaciones y conductas familiares (cada vez más interrumpidas por la robotización de las redes que “los atrapan”).
La violencia nos ha ganado. Entra una imagen por donde luego lo hará un caco... irrumpiendo ese templo sagrado de un hogar que, violado, dejará de ser lo que era… para siempre. La familia hoy, desquiciada, no atina a resolver como unidad estructural de la sociedad al individuo que de ella emerge. Las evasiones a la droga y el “bajo costo” de paraísos fáciles congregan más maras, más pandillas y nuevos piquetes del DAESH, de toda extracción social. Son las nuevas y “redituables” PYMES, la justicia colabora con ello.
Estamos debilitados. La “urbanización” de la violencia, encuentra al ciudadano indemne. Al prejuicio de no militarizar la policía sucede la militarización del ciudadano que se siente desamparado, desprotegido, desconfiado.
Todo un pasado de rencor al uniforme (entendible), toda una letanía al desorden, toda una mística al guerrillero romántico y heroico surge como reacción límbica pero se desvanece ante la contundencia del sentido común (el neo córtex) que identifica lo que VERDADERAMENTE es la paz. La paz es armonía y no equilibrio, no es el juego de opuestos, es tolerancia, es respeto y son normas.
Maisonneuve 1 (1997: 59) lo anticipaba hace 20 años: “violencias transformadas, que se expresarán en los frentes económicos o culturales, allí donde los muertos son anónimos. De algún modo deslocalizada, la guerra se va a desparramar en múltiples conflictos; va a estallar espontáneamente en todas partes donde estén reunidas las condiciones políticas, sociales y económicas suficientemente degradadas como para que los Estados o las estructuras instaladas ya no estén en condiciones de dominar la situación y de garantizar la seguridad.”
El DAESH lo comprendió y apeló a un grado mayor en la espiral del terrorismo: el salvajismo. La degollación, la cremación, la decapitación en las redes sociales… o en el living de su casa. Nos han invadido.
El terrorismo paraliza, amilana, humilla la dignidad del ser humano que pactó con un estado para que le devuelva su posibilidad de autorrealización de otro modo conculcada.
Triunfa la épica del cambio de orden con la narcotización del ciudadano subyugado por promesas tan efímeras como utópicas, objetivos abstractos pero sensibles, grandilocuencia en la ética de una destrucción necesaria para la aparición de un “hombre nuevo”.
El alma del terrorismo es la violencia, su tránsito: la dominación del ciudadano, su forma: pre-parar acciones cuya acción sicológica será lograr la desconfianza hacia las autoridades legales. De allí a la admiración por la audacia y el “poder” ostentado… hará el resto.
Pero en ese tránsito hacia la imposición de la violencia el primer paso, será el miedo. No temamos
1 DE LA MAISONNEUVE ERIC (1998) LA METAMORFOSIS DE LA VIOLENCIA. ENSAYO SOBRE LA GUERRA MODERNA. Grupo Editor Latinoamericano SRL (Nuevo Hacer) Traduc de Pedro Pablo Fortín de Béarn. ISBN 950-694-539-x. 271 páginas.
EDUARDO H. CUNDINS – (MEG) 987