A fines del primer trimestre de 2009, en Italia, el partido
neofascista Alianza Nacional se incorporó al partido gobernante
Forza Italia, de Silvio Berlusconi. En la misma fecha,
pero en Israel, el partido ultranacionalista Yisrael Beiteinu
fue incorporado a la coalición liderada por el Likud de
Benjamin Netanyahu.
En ambos países, el sistema de gobierno es de tipo parlamentario.
¿Ha sido esta característica del sistema político lo que
favoreció la llegada al poder de partidos marginales?
No es común que esto suceda en los sistemas presidenciales,
aunque quizá primero debamos considerar algunos datos.
Los sistemas parlamentarios se caracterizan porque el
gobierno es designado por el Parlamento y responsable
ante él. Usualmente, el presidente desempeña funciones
protocolares, la jefatura del gobierno corresponde al
primer ministro, que, si el gobierno pierde mayoría parlamentaria,
puede conformar otra coalición o llamar a elecciones.
La formación de coaliciones entre distintos partidos
es, entonces, esencial para el parlamentarismo. La mecánica
de negociación depende de la conformación del sistema
de partidos, que es a su vez el resultado de la interacción
de las leyes electorales y la cultura política.
En Italia, las leyes electorales favorecieron la conformación
de un sistema político pluralista y polarizado, con muchos
partidos pequeños representados en el Parlamento. La reforma
de 1993 instauró un reparto atenuado, que buscaba favorecer
la competencia bipolar.
En Israel, por su parte, la cultura política ha llevado
a una fuerte incidencia de los partidos políticos en la
sociedad: publican periódicos, patrocinan actividades
sociales, gestionan escuelas.
Cuanto más distribuidos estén los escaños entre partidos
a causa del sistema electoral, y cuanto más se polaricen
las tendencias debido a la cultura política de un país,
el sistema de partidos contará con más unidades que no
podrán formar gobierno por sí mismas. Aquí se abre el
juego a la negociación y se fortalece el peso de partidos
minoritarios, como sucedió en Italia e Israel.
Podemos concluir que en los sistemas parlamentarios de
gobierno el reparto proporcional de los escaños y la inexistencia
de segunda vuelta fortalecen la influencia de los partidos
pequeños y, por ello, su posibilidad de incorporarse al
gobierno.