El 30º aniversario, el pasado 9 de noviembre de 2009, de la primera elección directa de representantes al Parlamento Europeo, motivó homenajes y análisis hacia esta institución.
Por nuestra parte, queremos centrarnos en algunos núcleos problemáticos que siempre existen en estos tipos de construcciones.
Las dimensiones que se presentan en la Unión Europea son siempre importantes: en el caso del Parlamento, se hablan 23 idiomas, tienen sus bancas 785 eurodiputados y están representados 490 millones de habitantes.
Cada 5 años, cuando se realizan los comicios para constituir el Parlamento Europeo, se observa la preocupante falta de interés por parte de los ciudadanos: la participación de los ciudadanos descendió constantemente hasta alcanzar un 45 % en las últimas elecciones.
Diferentes son las percepciones sobre la razón de esta distancia de parte de la ciudadanía. Algunos señalan la persistencia de las visiones nacionales de la política a pesar de la constitución de bancadas y partidos unificados a nivel regional. También se ha mencionado como causa del desinterés a la falta de atribuciones de incidencia directa sobre la población.
La actual crisis económica mundial, al poner el acento en la naturaleza global de ciertos problemas y soluciones, así como la potestad del Parlamento para elegir la Comisión Europea que se incorporó en el Tratado de Lisboa, alientan expectativas moderadas sobre un mayor compromiso de los votantes hacia la conformación del Parlamento.
Quizá la razón por la que el Parlamento no es visto como determinante en la estructura de la Unión se debe a que no tiene ingerencia en el Presupuesto comunitario, ni posee iniciativa legislativa. Es la Comisión Europea la responsable de dos tercios de las normas.
Es paradójico que en países con sistemas políticos donde el Poder Legislativo juega un importante rol –a menudo preponderante- la integración regional no haya seguido esa pauta. Y nos hace observar bajo otro matiz la construcción de instituciones parlamentarias de nuestra región.
Por nuestra parte, consideramos que la multiplicación de "parlamentos" sin un real poder legislativo erosiona el núcleo de lo legislativo, que es debatir y consensuar una normativa igual para todos los ciudadanos.